Un millón de emociones

Hace un tiempo me apareció en mis redes sociales el tráiler de una película basada en un libro que no conocía. El tráiler era tremendo, me volvió loca desde la primera vez que la vi. Cuando me enteré que el libro salía en Argentina salté de alegría, mejor ni hablemos de cuando lo tuve en mis manos. En mi atropellada vida normal, lo hubiese devorado en menos de un día, porque vaya que el libro me atrapó desde las primeras páginas, pero como en este momento mi vida está bastante desordenada, me llevó casi dos meses superar algunas cosas y poder terminar la lectura. A pesar de la demora que nada tiene que ver con el material, el libro me resulta maravilloso, sin duda uno de los mejores que he leído en lo que va de este año.

Madeline es una adolescente que padece una inmunodeficiencia conocida en inglés como SCID. Esta enfermedad la obliga a vivir encerrada a salvo de cualquier bacteria que el aire pueda tener. Su casa está protegida por filtros especiales que renuevan el aire cada determinado tiempo para mantenerla a salvo. Salir afuera podría matarla, así que su vida es de todo, menos normal. Su círculo social está conformado por su madre que además es su doctora y lleva adelante los controles de su enfermedad, y Carla, la enfermera que vive con ella casi a tiempo completo. Maddy no conoce otro tipo de vida que esta, no aspira a ella ni la necesita, hasta que un día llegan nuevos vecinos, y con ellos, su mundo se pone de cabeza. El hijo varón de los nuevos vecinos, Olly, provoca en nuestra joven protagonistas sentimientos y necesidades que desconocía y que la llevan a hacer cambios drásticos en su vida. La relación de los protagonistas es preciosa, comienza despacio y con calma hasta volverse intensa, pero intensa hasta los límites de arriesgarlo todo, todo por amor. Maddy vive entre los cuidados de su pequeña burbuja, y el mundo se abre ante ella de repente, solamente tiene que averiguar si el amor es capaz de matarla.

Tengo que decir y repetir lo hermosa que es la historia, siempre llena de la ternura e inocencia de Maddy, que se mezcla con su ingenio y astucia para fusionarse con lo divertido y pasional de la personalidad de Olly. Simplemente precioso, la historia fluye desde el comienzo, atrapa y se lee sin dificultades. Entre las páginas está lleno de anotaciones y dibujos de Maddy que hace dependiendo de lo que le pasa, experimenta e imagina posibilidades y le da un toque muy original al libro, que en más de una ocasión me ha sacado sonrisas.

La prosa de la autora es exquisita, aborda cada una de las emociones de Madeline con total simpleza y profundidad al mismo tiempo, y hace evolucionar al personaje mientras atraviesa sus cambios y hallazgos.  En cuanto a los personajes secundarios, Carla es sin dudas mi favorito. Prefiero omitir los detalles sobre ella, es un personaje demasiado rico y disfrutable de explorar. Con respecto a la madre de Maddy, solo voy a decir que detrás de ella se esconde una gran carga emocional, dolores, recuerdos e historia. Mentiría si dijera que no derrame varias lágrimas en el desarrollo de la lectura.

Para concluir, quiero recomendar este libro a los amantes del romance juvenil y del drama emocional. Es una historia preciosa, con una narración exquisita y un montón de frases inspiradoras. Con respecto al final, es emocionante, casi perfecto. Para mi gusto un poco apresurado y quizás, falto de algún no sé qué, pero no lo suficiente para no dejarle un puntaje perfecto.